La verdadera locura quizás no sea otra cosa que la sabiduría misma, que cansada de descubrir las vergüenzas del mundo ha tomado la inteligente resolución de volverse loca.
La frase me recuerda a otra popular: Para hacerse el tonto hay que ser listo. Insisto que parece que el conocimiento está detrás de los tarados. Supuestos, presuntos, hipotéticos tarados en un mundo que se ha vuelto completamente loco.
Son tantas las miserias de las que avergonzarnos que no me extraña que muchos se pongan una camisa de fuerza para no ver lo que ocurre ahí fuera. Unos se tranquilizan con prozac, otros con drogas legales o ilegales y otros se medican tanto que vegetan impasibles ante lo que les rodea.
Cada uno en su medida encuentra un punto de locura en su existencia, pero otros hacen de su vida un mundo aparte donde comprenderse no es fácil, pero donde uno puede estar en paz consigo mismo. A solas con su locura.
Dalí y Van Gogh, Mozart, Hemingway y Hesse eran genios como otros desconocidos tachados de desequilibrados. Claro que en esta sociedad se permiten los locos reconocidos, pero los anónimos no. Y yo anónimamente me declaro insana de pensamiento. Loca de emoción. De remate de cabeza … Y ¡¡GOL!!.
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